jueves, 8 de noviembre de 2007

... y me atrapó...
aquella fría noche
sentí como sus colmillos,
rompían la fina piel de mi cuello,
pero no sentí miedo ni dolor,
solo un extraño placer...

Así me convertí en alguien como él,
su sombra, su espectro, su amante...
Las noches llegaban
y solo sentía hambre,
ansiaba sobre toda las cosas
un cuello donde ahogarme.

Después de la caza,
dejaba que él bebiera de mi ser,
dos almas en un solo cuerpo...

Una noche,
encontré su mirada perdida
mirando una criatura mortal,
una niña, la hizo suya,
y me dejó...

Sola,
inmortal,
muriendo de noche,
viviendo de día.
Pues no hay más muerte,
que una eternidad de sangre.

Solo espero
que el tiempo
acabe por cobrarme
tantos años de pecados...

Ese fue su regalo,
son don,
su castigo,
mi condena...

1 comentario:

Adarka dijo...

Triste querer acabar y no poder... querer morir y no poder... querer amar y no poder.