miércoles, 31 de octubre de 2007

.::EL CUERVO::.




Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto. “Es —dije musitando— un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada. Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi corazón, vuelvo a repetir: “Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: “Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el caso es que, adormilado cuando vinisteis a tocar quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía.” Y entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato, atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí proferida era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?” Lo pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!” Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza. “Ciertamente —me dije—, ciertamente algo sucede en la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda en el misterio.” ¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo
de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. “Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—, no serás un cobarde, hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las palabras pronunció, como virtiendo su alma sólo en esas palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y entonces yo me dije, apenas murmurando: “Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, “sin duda —pensé—, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su esperanza llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada en el aterciopelado forro del cojín acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo violeta acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

martes, 30 de octubre de 2007

.::SOY PALABRA::.



El sol tuesta las térreas superficies de Tracia. Pasan las muchachas con ánforas de aceite por entre los olivos, los hombres acerran sus polvorientos útiles, los niños juegan entre el modesto verdor de la tierra. Me ven llorar y piensan que soy desgraciado, que mi alma vomita en los brazos malabares de alguna antigua tragedia. No saben que estas lágrimas son gotas condensadas del vapor de mi alma ardiente.

Desde lo alto de este monte controlo el mundo. Las piedras y los árboles me siguen, el río canta conmigo, los cabellos se funde, la tierra sangra… Ardo todo entero dentro de mí, me reboso, me abro como flor esférica y me vuelco en torrente verbal hasta inundarlo todo incorporándolo, incorporándome. Nombro. Creo. Soy indestructible porque ya no vivo solo en mí. Soy palabra.

Yo pedí un amor en la distancia. Un amor que era oro divino, espontáneo como un trueno, nuevo, ajeno a todos los universos, sembrado tan tiernamente que no me di cuenta hasta que no me hubo invadido las mismas pupilas como una enredadera. Un amor tan suave que no lo parecía, tan eterno que era mi sangre.
Los demás besos empezaron a serme ásperos como hojas de parra, agua sin vino, tierra yerma y seca. Yo sólo quería la caricia nuclear de sus yemas y línea melancólica de sus ojos.
Yo perdí un amor en la distancia…
Mi palabra ya no era capaz más que de revolver. La escupía con desprecio, con silencio… y me consumía entre sílabas reventadas, cristales rotos clavándose en mi alma.
Yo perdí un amor en la distancia.
En su busca descendí a los infiernos. Sus paredes oleaginosas se me abalanzaban y me confundían en masa negra inespecífica.
Me sedujeron aquellos cantos a los que uní mi voz enronquecida, ladré y mordí con cerebro, bebí todas las sangres, toqué todos los huesos y fui oscuro rey tiránico de mi mismo, pisoteándome el alma hasta hundirla como una hoja arrugada en la base de mi interior. Y creí encontrarla en medio del negro torbellino. La besaba con locura, la retenía violento e intentaba llevármela conmigo, corriendo de la mano hacia la luz. Pero al acercarnos… ella desaparecía como el sabor de una nube que se deshace azotada por el viento. Yo volvía la cabeza y lanzaba mis pupilas como flechas en su busca. Volvía la cabeza, volvía la cabeza, siempre… y ella no estaba nunca.
Y cómo sufría…
Pensé… siempre proyectado, siempre fuera, siempre… palabras hacia algo, hacia mi destino adelante… o atrás, que se desvanece siempre al llegar para materializarse de nuevo lejos, como la tortuga perseguida por el atleta. Hombre… ¿qué vas a inventar ahora para volver a alejar tu felicidad?
Nunca más volví los ojos hacia ella. Me senté en este monte y corté el tendón con el pasado y la lejanía. Sin tensión, sin dolor.
Me fui. Me solté para fluir con el río de nuestra vida.
He purificado mi amor hasta hacerlo capaz de ser feliz con su recuerdo, con el verso que le escribo, con el llanto que me inspira… Al margen del mundo, al margen del espacio y el tiempo. He sembrado todo de ella con palabras y he recogido sus ojos en el cielo, su risa en el silencio, su boca en lo que pase por mi boca… La beso en el aire… el universo es ella, yo soy ella, somos uno, somos todo. Este es el regalo de los enamorados.
Ahora la amo sin quererla, vivo en la ambigüedad de la cópula universal entre Todo y Nada, el estado de plenitud vacía, la felicidad del bullicio vital dentro del mismo infinito: el instante eterno de cambio inmutable. Mi historia es mi creación, el mundo es mi creación: una dura granada inalterable, pero llena de vivos granitos; el equilibrio de millones de vientos cambiantes trazando la flor eterna del universo.
Por esto estoy aquí llorando. Desde lo alto de este monte controlo el mundo. Me llamo Orfeo. Soy palabra.

.::FRÍA NOCHE::.



....Por fin cae la noche...
poco a poco un aire tibio envuelve
mi cuerpo...
poco a poco se hace frío
y ciñe mi alma....
como ciñe una venda,
un cuerpo herido
poco a poco
me invade el silencio
cada vez mas frío...
y mas silencio
solo se escucha
lo que alguna vez
fue un corazón lleno de vida
ahora en un cuerpo
ausente de vida
poco a poco
el alma se aleja
y se ahoga en un mar
de silencios y miedos
mas trémula
mas enardecida
y poco a poco
mi alma
mi voz
se acallan
por los gritos
de ese silencio frío
en medio de miedos y silencios
que gritan
que ya no vivo"